Celebración en Orwell

Habían pasado mil latidos desde que Perfección sufrió el ataque de Enkidu, la mayor amenaza al proyecto de convivencia que representa el asentamiento. Mil latidos de nervios y miedo que, por fin, llegaban a su fin. Sin embargo, después del ataque algo se había roto en aquella comunidad.

Durante el ataque, Enkidu usó sus habilidades dentro del eco para controlar a los zoomorfos y obligarles a atacar a sus amigos. Pese a que todos sabían que estaban actuando en contra de su voluntad, el trauma era más de lo que podían soportar. No podían mirar a sus amigos del asentamiento sin pensar en el dolor que habían causado. Por este motivo, los zoomorfos se marcharon de Perfección y fundaron un pequeño pueblo justo fuera del eco de Uruk, y decidieron llamarlo Orwell para recordar que la coexistencia es algo por lo que se debe luchar en cada latido. Éste sería el tercer asentamiento fundado por los Hijos del Dios Muerto.

Justo han pasado mil latidos de todo aquello, y el consejo de Orwell ha decidido que era una efeméride que merece conmemoración. Así, las buenas gentes de Perfección han andado el kilómetro y medio que separa las dos poblaciones cargadas con todo tipo de frutas, manjares e instrumentos musicales.

La fiesta es exactamente lo que todos, antropomorfos y zoomorfos, necesitaban. Volver a compartir momentos lúdicos les recuerda por qué vale la pena su proyecto de vida en el Origen. Entre carcajadas y vítores, es como si aún fuesen una única comunidad. Los gatos juegan alegremente a perseguir a otros moradores, el oso Baloo canta su jazz al son del saxofón de Shamhat, y el resto ríe en pequeños grupos.

Mientras, al calor de una hoguera, dos viejos amigos se permiten unos instantes de nostalgia antes de seguir con la fiesta.

— No ha vuelto Talmek del Transflejo todavía, ¿verdad? — una voz robótica sale del exoesqueleto de Pirata, el conejo ciborg.

— Me temo que no —dice Marcelino Sanz de Sautuola, dedicando una triste sonrisa a su amigo peludo—. Pero es alguien increíble y estoy convencido de que, tarde o temprano, volverá.

Parecía ayer cuando los tres quedaban latido sí, latido también, para hablar y jugar a Jedkuboj. Por desgracia, poco antes del ataque de Enkidu su viejo amigo Talmek fue asesinado y aún no había vuelto del transflejo. De repente, un vaso de guarapo de mango especiado se interpone entre ellos.

— ¡Por Talmek! — dice decidida Florence Farmborough, vestida con un despampanante vestido de noche. Es raro verla sin su traje de enfermera.

— ¡Por Talmek! — claman los tres al unísono, antes de vaciar sus vasos de un trago.

— ¿Al final qué ha pasado con Anhelp? —pregunta Pirata, y añade— ¿Se ha celebrado ya el juicio por el asesinato de Talmek?

— Si, fue duro —dice Florence—. Marcelino, aún no sé cómo fuiste capaz de ejercer de abogado defensor.

— Fue duro, sí, pero Anhelp por aquél entonces era una recién llegada y merecía un juicio justo —Marcelino encorva levemente los ojos mientras recuerda aquello—. Todos decidimos abrazar los valores de los Hijos del Dios Muerto, si los dejamos de lado a la primera dificultad, ¿de qué nos valen entonces?

En ese momento, algo llama la atención de todos los presentes. A unos escasos cinco metros de ellos, Septimia Bathzabbai pide silencio y levanta su vaso enérgicamente para que todos la imiten.

— Por Orwell… bueno, no —Septimia para un segundo para generar tensión— ¡Por todos nosotros! Seamos de aquí o de allí, seguiremos unidos, pase lo que pase.

A su lado, la oveja Othello usa una prótesis para levantar su bol de bebida y se suma al brindis como uno de los portavoces de Orwell.

— ¡Viva Orwell, viva Perfección y fuerza a los Hijos del Dios Muerto! —bala Othello tan alto como sus pulmones le permiten.

Contagiados por el entusiasmo, todos brindan y la fiesta se alarga un latido entero. Un latido para recordar que los vínculos que nos hacen racionales pueden perdurar, incluso cuando estamos separados.

Imagen – Agricultural Oasis | ESupermk Store


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