2 – Camino al bosque falso
Pirata y Marcelino Sanz de Sautuola estaban camino al bosque falso para dar la bienvenida a los recién llegados al Origen. Si bien era un camino relativamente tranquilo tampoco valía la pena confiarse, con lo que Pirata llevaba todos sus sensores activos.
— Recuerdo el fogonazo que me trajo aquí — comentó Marcelino —. En mi mundo estaba muy deprimido porque Édouard Harlé acababa de publicar un artículo afirmando que las pinturas que había encontrado en la cueva no eran prehistóricas. Aún me acuerdo, el artículo se titulaba «La cueva de Altamira cerca de Santander (España)». Bueno, era en un idioma llamado francés, pero me temo que esto ya poco importa. En aquel art…
Pirata le hizo un gesto para que callara. Sus sensores habían detectado algo. Hasta entonces Marcelino aún no había sufrido ningún ataque, pero sabía que fuera los refugios la isla podía ser peligrosa. Algo se movió entre los arbustos a unos pocos metros de ellos. De repente, un pequeño ser de poco maś de un metro salió de detrás del arbusto. Era sólo un pacífico antilópodo.
El raquítico animal caminaba de forma patosa sobre dos patas acabadas en unas peculiares pezuñas. Su cabeza puntiaguda estaba cubierta por una gruesa estructura ósea con sólo tres orificios, dos para los ojos y una para sacar su larga lengua de insectívoro, y su delgado cuerpo acababa en una larga cola que cimbreaba para equilibrar el peso de su densa cabeza. Nadie sabe aún de dónde salieron, ni mucho menos cómo sobreviven en los bosques falsos, pero el caso es que es bastante común ver alguno de estos animalejos por los campos.
— Qué susto nos ha pegado el jodido — dijo Marcelino agachándose para coger una piedra para ahuyentar al antilópodo — Puto…
De nuevo, algo cortó a Marcelino. De detrás suyo salieron una decena de animales. En su mayoría eran antilópodos, pero también pudieron distinguir algo que bien podría ser un puma y un par de animales indeterminados. La ecléctica estampida duró apenas unos segundos y se adentró en el bosque falso. Ambos se quedaron estupefactos. Finalmente, Pirata rompió el silencio.
— Lo último que recuerdo de mi realidad — dijo el conejo — fue que me immolé mientras un perro cyborg del gobierno me devoraba.
Y siguieron su marcha.
Imagen – Burnt down Forest by sooroojdeen