4 – Un hombre de su tiempo
Que investigar los fogonazos es importante era obvio para Charles Babbage, y no era necesario que la perdonavidas americana de Casey Becker se lo dijera. Hacía poco que los Hijos del Dios Muerto se marcharon de Rende para fundar Perfección, justamente en el eco de Uruk donde Charles gestiona la explotación. Desde entonces, aquella insoportable muchacha parecía la reina del lugar, enviando a todas horas órdenes desde su cómodo rascacielos en la zona alta. Era de risa, una simple estudiante dando órdenes a un miembro de la Royal Society como él. Ridículo.
A sus 25 años perpetuos, Charles sabía que no hallaría respuesta a cómo se despertó en el Origen, pero estaba convencido de que alguna fuerza sobrenatural lo había traído para evitar que descubriera el secreto de la otra vida. Con melancolía, recuerda cómo pasaba las tardes libres en el Trinity College estudiando apariciones y espectros en su pequeño club fantasma. Eso debió de molestar a las entidades del Más Allà y por eso lo transportaron aquí. Ese pensamiento no mejoraba su situación, pero como mínimo le hacía más llevadero el viaje por el eco selvático.
Al poco de entrar en el bosque, una manada de cinco antilópodos se lo quedaron mirando. Charles decidió ignorarlos, pero cuando aparecieron más y más criaturas se puso nervioso. Para un Londinense urbanita como él, aquella ración de aventura era más de la que quería soportar, así que aceleró el paso hasta que, a los pocos metros, se encontró a un hombre de espaldas. Se trataba de un hombre muy alto y musculado con la piel cubierta de vello negro y el pelo tan apelmazado que se diría trenzado. El pelamen de su cintura era tan denso que funcionaba a modo de taparrabos y parecía tener una cornamenta puntiaguda que asomaba por entre las greñas.
Si una cosa había aprendido de aquel lugar, era que uno jamás debía guiarse por las apariencias, así que simplemente le saludó amablemente. Apenas había articulado palabra cuando vio que todos los animales se acumulaban alrededor del hombre peludo. Al girarse este, el ser miró a Charles con ojos de cabrío y le señaló emitiendo un rugido estremecedor. Al momento, todos los animales se abalanzaron sobre el pobre inglés. Los más dóciles se dedicaron a morderle las ropas, mientras que los depredadores le atacaron con todo su arsenal de garras, colmillos y puas.
El linchamiento duró apenas unos minutos y, cuando terminaron, todos los animales se retiraron ordenadamente. El desconocido se acercó al cadáver dispuesto a darse un atracón con Charles pero, para su sorpresa, la carne se volvió polvo en su boca y el resto de cuerpo se resquebrajó hasta quedar reducido a migajas. Con el rostro rubicundo de la rabia, cogió un antilópodo y le pegó un bocado en la yugular, saboreando su grisácea carne como si fuera un manjar. El ser acababa de aprender a las malas qué ocurre en el Origen cuando alguien muere.
Imagen – Charles Babbage on Wikipedia