Tazenda ha tenido varias épocas de conflicto en los que la balanza de poder ha ido oscilando entre un gobierno más establecido, el control de la ciudad por parte de clanes y organizaciones que dirigen zonas de la ciudad de manera independiente.
Tras la aparición del eco, Tazenda sufrió saqueos y descontrol hasta que un grupo de moradores provenientes de Rende estableció la guardia de la ciudad para frenar la devastación. A esto se le sumó rápidamente la creación del consejo de Tazenda, que se estableció en el castillo de la ciudad, asumiendo la responsabilidad de gobernar y administrar los recursos. Fue una época de cierta estabilidad que se alargó unos 100.000 latidos (100 años) hasta que la Guardia y el Consejo comenzaron a chocar. Finalmente, la Guardia fue eventualmente reestructurada y relegada a tareas menores, mientras las bandas mercenarias contratadas asumían el control de la seguridad.
Este delicado equilibrio terminó de desmoronarse con la toma del castillo de Tazenda y la muerte de gran parte del consejo por parte de un Heraldo que se estableció en la ciudad. Durante este periodo, ni los restos del Consejo ni los Grises lograron expulsarlo, lo que dejó a Tazenda al borde del colapso. En respuesta, apareció Torquemada, un fanático religioso que recuperando principios de la antigua Inquisición consiguió unir gran parte de la población bajo su liderazgo y eliminó al Heraldo.
Aunque no asumió el gobierno formal de la ciudad, estableció su Inquisición, una fuerza que ganó gran poder, persiguiendo a supuestos herejes y sus simpatizantes tanto dentro como fuera de Tazenda. Pese a su popularidad inicial por haber liberado a la ciudad del tirano, pronto fue obvio que su objetivo era radicalizar la población y acabar con todo aquel que no pensase como él. Esto generó divisiones entre sus seguidores y los clanes locales. Una situación que culminó con la toma del control por parte de Torquemada que condujo a numerosos conflictos hasta que este fue forzado a abandonar la ciudad, llevando a su grupo al Yermo.
Tras la partida de Torquemada, los clanes que quedaban en Tazenda tomaron el control, formando una el Cónclave de clanes. Esta estructura dividió la ciudad en territorios controlados por distintos clanes, que administraban los recursos y la seguridad de sus áreas. Aunque el cónclave mantuvo una apariencia de estabilidad y colaboración entre las facciones, en realidad, los conflictos internos por el control de los recursos no solo nunca desaparecieron del todo si no que se acentuaron con la toma de control de algunas zonas por parte del clan de Nzinga.
Con la llegada de la Nueva Era tras Cataclismo, Tazenda, al ser la segunda mayor ciudad de la isla, se vio afectada por el constante flujo de migrantes de ecos extintos y la aparición descontrolada de Recién llegados. La tensión en la ciudad aumentó hasta poner en riesgo la estabilidad conseguida. En este contexto, apareció Robert E. Lee, un líder que organizó a los Recién llegados y migrantes como si fuesen un nuevo clan, y con su habilidad política negoció recursos con los Grises y los clanes para aliviar la situación de la ciudad.
Robert E. Lee utilizó estos recursos y la gran fuerza de trabajo de los Recién llegados para industrializar Tazenda, creando fábricas y consolidando su poder e influencia.
El crecimiento del poder de Robert E. Lee hizo que muchos clanes se anexionaran bajo su influencia, llevando a la creación de la Confederación de clanes, con el propio Robert a la cabeza de esta nueva estructura política. Un posterior intento fallido de asesinato llevó a la creación de las fuerzas de autodefensa, a la extensión del uso de la nueva tecnología del Biometal, y asentó aun más el poder de la Confederación.
Con la reciente construcción del Congreso, la Confederación ha consolidado su dominio sobre la ciudad, e incluso ha extendido su influencia a los ecos y asentamientos cercanos.