3 – Gritos en el bosque falso
Un desgarrador grito de dolor procedente del bosque falso dio la bienvenida a Marcelino y Pirata. Ambos se miraron y Marcelino le hizo un gesto a Pirata para que se adelantara. El conejo puso al máximo los servomotores y desapareció entre la endeble vegetación quebradiza. Jadeando por el cansancio, Marcelino siguió el sonido de los gritos hasta que estos pararon. Al llegar al lugar, se encontró con la más extraña de las estampas. Bajo los pies del conejo robotizado había algo así como una enana culturista, inconsciente sobre un charco de sangre.
— Mira, tiene los talones de aquiles cercenados — señaló Pirata — ¿Crees que habrán sido los animales que hemos visto antes?.
— No creo. — Marcelino estaba examinando las heridas — Estos cortes son de cuchillo y, además, están hechos con precisión milimétrica.
Por si el agresor también hubiera aparecido en uno de los fogonazos, Pirata se quedó vigilando, dando la espalda a la truculenta escena.
— Veo que la hemorragia casi se ha cortado sola — dijo Marcelino atendiendo a la enana vigoréxica — ¿No te recuerda bastante a Talmeh? Tal vez son del mismo lugar.
Si Pirata le escuchó no dijo nada. Aquello no extrañó en absoluto a Marcelino que ya estaba acostumbrado a los modales rudos del conejo, así que siguió con lo suyo.
— Me temo que el resto de fogonazos tendrán que esperar ¿Crees que entre los dos podremos llevarla hasta Perfección? — Marcelino espero en silencio una respuesta que no llegó — ¡Eh, Pirata! ¿Quieres hacer el favor de ayudarme?
Al girarse, el historiador se encontró con que Pirata seguía de espaldas, mirando las profundidades del bosque falso. Marcelino se le acercó y dio un par de sonoros golpecitos contra el diminuto exoesqueleto de acero rosa. No hubo reacción. Luego, el santanderino pasó la mano por delante de lo ojitos azabache del animal. De nuevo, nada. Cuando se proponía a cogerlo de las orejas, Pirata encendió de repente los motores y se adentró en el bosque a velocidad de vértigo.
— Y ahora… — bufó Marcelino señalando a la enana, que ya empezaba a recobrar el conocimiento — ¿qué hago yo con esto?