20 – Entonces su manada lo rechazará
El retumbar de los disparos cesó paulatinamente, pero Shamhat podía notar como seguían en los latidos de su acelerado corazón. Desde que empezó toda la operación no se había separado de Septimia y Harriet, pero su mente estaba con su antiguo marido en el campo de batalla. Una voz incisiva y cruel le decía que podría haber evitado todo aquello con sólo prostituir una vez más su cuerpo. Si Septimia se lo hubiese pedido sin duda hubiera domado a la bestia que habita en Enkidu como hizo en su realidad. Con que Septimia hubiese roto su promesa de silencio ella habría sido la única víctima y volvería a ser la prostituta sagrada a la que los dioses maldijeron con su belleza. Pero, como no paraba de recordarle la voz en su interior, Septimia no había dicho nada.
Los vítores de los mercenarios de Starbuck se convirtieron en ovaciones a medida que las buenas gentes de Perfección salían de sus casas. Desde la lejanía, Shamhat podría ver como los soldados se abrían paso llevando a alguien atado a un palo como si fuera el mascarón de un barco hecho de personas. Apenas podía distinguir cómo los pueblerinos que salían a la calle tiraban huevos y comida en mal estado al prisionero. Incluso algunos armados con herramientas de labranza intentaban herirle, pero los mercenarios lo impedían. Al fin y al cabo, era su trofeo.
Cuando por fin pudo ver el rostro del prisionero, Shamhat empezó a llorar y se agarró con todas sus fuerzas al brazo de Septimia. Enkidu era ahora sólo un ser medio bestia, mal herido y mutilado, pero bajo las heridas Shamhat veía los ojos negros de un animal que no entiende lo que le está pasando. Entre los jadeos y aullidos, Enkidu seguía intentando morder a quien se le acercaba.
Aquello era más de lo que Shamhat podía soportar. Salió corriendo hacia él sin pensarlo. Al notar como liberaba su brazo, Septimia corrió junto a ella con preocupación. Ambas pasaron a través del gentío enloquecido. Al llegar delante de la eufórica procesión de mercenarios Shamhat se abalanzó hacia Enkidu con la mano derecha levantada, como si estuviera dispuesta a arrearle. El brazo de un mercenario le impidió el paso, pero Septimia se interpuso y exigió que dejara pasar a Shamhat.
Mientras las mujeres discutían con el soldado, el maltrecho Enkidu levantó la mirada y se quedó observando a Shamhat. Entonces, la multitud empezó a murmurar y el rumor hizo que todos en la calle miraran al prisionero. Su rostro estaba cambiando. Su cuerpo se volvía humano y su tez se rejuveneció hasta quedar imberbe y delgado. Tan endeble quedó su cuerpo que pudo sacar un brazo de sus atadura y extenderla hacia Shamhat.
— Shamhat… —logró decir Enkidu justo antes que una culata de rifle le diera en la sien.
Aterrados por si escapaba, la gente empezó a apartarse corriendo y los mercenarios apretaron el paso para llevar el prisionero a su celda. Shamhat y Septimia quedaron sentadas en el suelo en silencio durante una minúscula eternidad.
— ¿Te encuentras bien Shamhat? —Preguntó Septimia.
— Me ha reconocido —dijo Shamhat mirando el suelo.
Septimia se levantó y cogió la mano de su amiga para intentar ponerla de pie, pero Shamhat apartó la mano violentamente.
— Cuando le conocí era el ser irracional y asesino que atacó Perfección —dijo Shamhat entre sollozos—. Fui yo quien acabó con la bestia de su interior com mi cuerpo y le volví humano. Fue mi sacrificio el que le volvió el héroe que fue recordado por siempre jamás —Shamhat se quedó mirando a Septimia con los ojos vidriosos—. Si me ha reconocido significa que soy su pasado pero, entonces, ¿qué le ha hecho volver a ser una bestia otra vez?
Imagen – Enkidu in Astronerdboy