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14 – Albedrío

Septimia y los suyos entraron en el campamento de Starbuck exhaustos después de dos latidos por las tierras baldías. Temían por todos los amigos que habían dejado en Perfección; tanto los antropomorfos, como los zoomorfos a los que Enkidu había privado de libertad. Starbuck les atendió como si de auténticos diplomáticos se tratase, sin embargo, Septimia sabía perfectamente que en realidad les estaba tratando como meros clientes. Después de descansar apenas medio latido, empezaron las negociaciones.

— Estáis en apuros, lo comprendo —dijo Starbuck—. Pero, ¿qué gano yo con ello? ¿Por qué debería arriesgar a mi ejército?

Septimia sabía que ese momento iba a llegar. Se había estado preparando durante todo el viaje y, por desgracia, sólo tenía una carta que jugar, no había farol posible, ni manera de eludir la respuesta. Si querían salvar Perfección dependían únicamente de la empatía de aquella desalmada mujer.

— Kara —dijo forzando una amable y maternal mirada hacia Starbuck—, sabes que hace menos de mil quinientos latidos desde que nos establecimos en Perfección. En aquel momento te pedimos ayuda y alimentamos a tus hombres. Sabes que no tenemos mucho que ofrecer.

—Entonces, según tú debería arriesgar a mis tropas porqué sinó os quedáis sin un hogar al que volver? Esperaba más de ti, Zenobia —Starbuck forzó poco sutilmente la Z inicial del nombre. El mensaje estaba claro, si Septimia quería sacar algo positivo de aquello, más le valía no volver a tratarla con condescendencia—. En el Origen todos somos huérfanos, y yo llevo ya dos vidas sin hogar. Así que, dime, qué me impide acabar con Enkidu y establecerme yo con los míos en Perfección?

Cualquier otro se hubiera achantado ante tal amenaza, pero Zenobia ya había vivido aquello en su anterior realidad. Fue poco después de la fundación de su Imperio, eran pocos y su enemigo, el Imperio Romano, era temible. Acogió a los cristianos que huían de la persecución, les dio un techo y negoció con ellos que formarán parte de su ejército. Palmira no tenía alimento suficiente para tantos soldados y pronto las negociaciones se pusieron tensas. Zenobia les prometió liderar la conquista de Alejandría y tomar por la fuerza todo el grano que alimentaba la legión romana. Los cristianos accedieron. Tal vez ya no estaba en posición de conquistar nada, pero había llegado el momento de jugar su única carta.

— Realmente quieres añadir más enemigos a tu lista, Starbuck —pese a ser más sutil que su contrincante, Septimia pero no pudo resistirse recalcar la S del nombre—. Sabes tan bien como yo que Perfección no está sola. Cuando los Hijos del Dios Muerto decidimos no depender de la Orden de los Grises, la mayoría de nosotros se congregó en las tierras a medio camino de Antares, donde fundaron la ciudad de Albedrío. Tal vez están lejos, pero si tomas por la fuerza Perfección te puedo asegurar que vendrán a por ti. Te ofrezco un trato mejor. Ayúdanos contra Enkidu y yo misma os acompañaré hasta Albedrío y negociaré vuestro justo pago.

Se hizo un largo y tenso silencio.

—Me parece justo, haremos lo siguiente —concluyó Starbuck—. Cuando todo esto haya acabado, tu y otros cincuenta de Perfección vendréis con nosotros. Nos guiaréis hasta Albedrío, Tú serás quién negociará con tus jefes del Dios Muerto, y el resto serán nuestros rehenes. Pero te advierto, si esto es una encerrona, desearéis no haber llegado jamás al Origen ¿Trato hecho?

— Trato hecho. —confirmó aliviada Septimia.

— Y dime —preguntó Starbuck altiva— ¿Cuántos zoomorfos hay en Perfección?

— No lo sabemos con exactitud, pero serán alrededor de cuatrocientos —respondió Septimia—. Aunque desconocemos cuántos están controlador por Enkidu.

— No me gusta, será una masacre —añadió Starbuck—. Intentaré respetar la vida de los zoomorfos pero no pondré en riesgo la operación por ellos. Sabéis si ese ser tiene algún punto débil que nos pueda ser de ayuda?

Septimia miró de reojo a Shamhat, quién evitó devolverle la mirada. Aquella bella joven era la llave para acabar con aquello sin apenas víctimas. Una palabra suya y Enkidu caería rendido ante sus encantos. Si Zenobia hubiera tenido un arma parecida para garantizar la paz con los romanos, sin duda lo hubiera usado ¿y quien no? Pero ahora ella era sólo Septimia, y debía decidir si romper una promesa y forzar a Shamhat o comprometer la vida de centenares de personas.

Imagen – Zenobia in BBC news


Chains Larp
5 de noviembre de 2023